18/2/13

SOY DE UN PUEBLO: LAS COSAS Y SU VALOR


Por: Luis Oswaldo Bernal
Arbelaence, Filósofo y Ensayista.



  1. La vida con aroma a mañana verde.

A veces el humo de la ciudad, de los autos y el smog[1] que respiramos ansiosamente creyendo que es el oxígeno liberador de la vida, nos envuelven en carreras que no sabemos cuándo iniciamos y no sabemos a dónde nos conducen. Ensimismados en las vertiginosas rutinas del consumo y del desplazamiento tedioso de un lugar a otro, podemos llegar a creer que este es el único estilo de vida, el más deseable y el más común. Sin duda hay un alto precio que pagar por vivir en la ciudad.

Pero justo en ese momento hay que recordar las muchas posibilidades que existen de vivir la vida, posibilidades simultaneas al costoso caos citadino, entre las que identifico a una de las más hermosas: la de vivir en un pueblo.

Yo soy de un pueblo, crecí en un lugar cuyo edificio más grande seguía siendo el templo de la Iglesia[2], cuya plaza principal estaba compuesta por piedras grandes de río; la zona urbana se recorría en sus límites en no más de cuatro horas, un lugar en el que el aire es puro, y en la mañana da gusto levantarse porque los pájaros nos invitan a vivir con sus cantos, ese pueblo tiene una vida con aroma a verde, ese pueblo se llama Arbeláez (Departamento de Cundinamarca/Colombia).

Monumento Al Campesino Parque de los 100 años

Este pueblo como muchos otros es la unidad básica de una propuesta vital y social diferente a la de las grandes urbes, pues en el pueblo el campo prima y está al alcance de las manos, el campo y sus animales transitan las calles, las carreteras y los caminos reales (caminos de herradura); quien nace en un pueblo tiene la posibilidad de conocer la vida, el trabajo y el descanso en sus mejores expresiones.


Quien nace en un pueblo no va en excursión a ver qué es un caballo o una vaca, quien nace en un pueblo conoce estas y tantas realidades de la vida de primera mano. Quien nace en un pueblo juega con fuego y no hace un curso de una semana para encender una fogata. Quien nace en un pueblo sabe que un machete no es un arma blanca sino un instrumento de trabajo -quizás del trabajo más digno que conozco, el de ser Campesino como mis abuelos-.

Quien nace en un pueblo tiene una historia, no es un anónimo, hace parte de una familia y sus rasgos lo delatan, los mayores lo reconocen a uno desde pequeño cuando pasa por cualquier lugar; en un pueblo se sabe quién es quién, se sabe de la historia de la familia, de sus oficios, de sus obras, de sus logros, de su vida, incluso los ladrones se conocen a lo lejos, se sabe dónde viven y a quien roban (ojalá no hubiera ladrones, pero los hay).



Perspectiva General del Parque de los 100 años
En un pueblo muchas cosas se viven con la tranquilidad de quien da valor a la vida por encima del dinero y del consumo insaciable de los centros comerciales; en un pueblo muchas cosas valen por sí mismas, pero hay otras cosas que al parecer no valen por sí mismas, o  hay quienes no las dejan valer.


Este ensayo trata de las cosas que desaparecen, que dejan un vacío, y de aquellos que aún no se han dado cuenta de lo que sucede. 


Perspectiva del parque de los Novios


  2.   Adiós a la plaza mágica.

FOTOGRAFÍA GANADORA CONCURSO KODAK "DOMINGO TIPICO DE ARBELÁEZ"-AUTOR: HERNANDO TRIANA
Recuerdo mi niñez entre los toldos que mágicamente aparecían los fines de semana en la plaza principal de mi pueblo. Telares blancos que protegían a las gentes y al mercado del sol que todo lo madura deprisa. Era la plaza de mercado que como realidad itinerante emergía de lo más profundo de las tradiciones de sus gentes, yo era pequeño y recuerdo acompañar a mi tía Carmen y a mi madre Gloria, a hacer mercado caminando sobre las piedras que parecían diseñadas para que los niños jugaran; eran caminos invisibles, rutas secretas asequibles solo para quienes no habían perdido la imaginación; y sobre ellas, los toldos de tela gruesa de blanco amarillento curtido por el sol, el plástico en el suelo, los guacales unos sobre otros, los cajones con verduras, con papa, con comida del campo. Yo, de la mano de mi tía y mi mamá ayudaba cargando el canasto vacío, ese canasto de mimbre que con la abundancia del mercado se tatuaba a fuerza de su peso en el brazo de quien lo cargaba; yo lo entregaba a una de ellas al cabo de un par de kilos.



Autor Desconocido Ver Referencias

Allí, en el centro de mi pueblo estaba la plaza de mercado, la mágica plaza que traía la vida los fines de semana, y que otrora traía en un encerrado de madera los espectáculos feriales cuando no había plaza de ferias. Esta misma plaza albergaba a un sinnúmero de palomas que descendían de las torres de la Iglesia para alimentarse de la tierra que entre piedra y piedra generaba su alimento. La misma plaza y las calles aledañas, siempre que llegaba Diciembre o Agosto con sus festejos, servían de pista para los bailarines que al son de la música disfrutaban de encontrarse con amigos entre copas, músicas y baile. Esta plaza fue centro del pueblo al mejor estilo de la arquitectura española, con las demás estructuras referidas a sus lados: la Iglesia, la Alcaldía, la Panadería, los Almacenes y las Tiendas. 

Esta plaza fue eliminada por el “progreso”.


Con dolor asistí un día que regresaba a mi pueblo al penoso acontecimiento: la destrucción de la plaza del pueblo, la plaza de mi pueblo. La justificación de tan atroz acto de incultura fue la misma que se repite en donde la cultura se aplasta por la fuerza de la modernización: “la idea de progreso”. 

De la mano de la creencia de que la cultura y el avance de una comunidad se definen por las “renovaciones” estructurales como la extirpación de la plaza central del seno de un pueblo, se ratifica que lo ocurrido fue un grandioso acto de subvaloración y de menosprecio porque la plaza no es un lugar, es un Símbolo[3].


Esta decisión tan importante que no fue puesta a debate público, ni abierto por considerarla parte de la autonomía estatal del alcalde de turno y del concejo municipal, quienes no vieron más que un cambio en la infraestructura del municipio, evidenciaron su estrechez de miras al no comprender la realidad cultural de un pueblo. 

Muchos justificaron este acto en la necesidad de mejorar la estética del municipio, en la urgencia de modernización y en la tan absurda y espectacular razón de crear un escenario público para los eventos festivos del municipio, a saber: las fiestas que al parecer de algunos necesitaban una pista de baile más grande, con una fuente ultra moderna acompañada de luces y de chorros de agua. Pues lo quisiera el pueblo o no, el cambio se hizo, el atentado se cometió, y la vida sigue. (Los chorros cuando se usan sólo desperdician agua).
Antigua Plaza Arbeláez en la actualidad.
Hoy la Plaza Luis Alberto García Araoz, se ha convertido en un parque cualquiera de esos que uno ve en municipios que no dejan grata recordación en la memoria porque se copian unos a otros en su afán por ser únicos, son como los adolescentes que en busca de su identidad y originalidad deciden vestirse igual.


     3.    Un parque más, y tres parques menos.

En cosa de pocos años se convirtió la plaza en parque, como si no fueran suficientes los tres hermosos parques que para ese entonces existían: Parque “De los Novios”; Parque “De los 100 años”, y el Parque “Gómez Otero”.  ¿Pero qué sentido tiene un parque más, cuando poco a poco desaparecen los otros tres que fueron las delicias de los domingos en otro tiempo? Esta respuesta aún no se conoce.

Hermosos y necesitados de intervención sobreviven estos tres parques que para su permanencia y mejoramiento gritan por un auxilio estético y ambiental; sin embargo, se creó un parque más, se perdió una plaza y se ganó una galería. De modo que técnicamente Arbeláez es un pueblo sin ninguna plaza porque solo se tenían dos plazas: La Plaza de Mercado y La Plaza de Ferias, hoy en su lugar está la Galería para el mercado y Coliseo de Ferias y Fiestas.


(Veamos algunas imágenes para saber de lo que hablamos)

Antes el parque tenía un Jardín Frondoso, ahora solo hay esto.
Huecos  y aridez en la tierra del parque Gómez Otero
Con el antiguo jardín se protegía el césped , ahora es solo un polvoriento camino
Quizás a los pueblos les suceda lo que a los humanos y con el paso del tiempo envejecen y tienden a saberse distintos, a saberse pasado y no presente. Pero en defensa de esta idea hay que decir que los pueblos pueden trascender en el tiempo si los dejan SER PUEBLOS. Arbeláez es un pueblo con vocación agropecuaria y campesina, esa es su sangre, su latir, esa es la vida que transita por sus caminos, veredas, por las gotas de sudor que descienden por la frente de sus campesinos, es la vida que hierve en las ollas en las que se cocina el sancocho para los trabajadores.


Estado de la vía que lleva al parque de los Novios: llena de pasto



Rejas averiadas Parque de los Novios

Estado calle cerca al parque de los Novios
Reja faltante y muro faltante en el parque de los Novios
Rejas dañadas Parque de los Novios
Muro que sostiene el parque de los Novios y rejas faltantes

Antiguo Telecom en total abandono.
La vocación de un pueblo exige el cuidado de sus ambientes, de sus árboles, de sus calles y de sus piedras, y en este caso de sus parques que son la posibilidad de acceder a jardines de hermosura pública que antes eran el eje de los paseos y las fotografías, de los helados y de los ratos de descanso, lugares para la niñez, la inocencia, el amor y la ilusión. ¿Quién no tiene una fotografía en el parque?


Muro faltante Parque de los 100 años
Estado actual de lo que era un jardín  que bordeaba los caminos del parque
Muro caido parque de los 100 años
Calle en pésimo estado cerca al parque de los Novios
Pues bien, estos parques persisten contra todo el abandono que se les da, incluso sobreviven a pesar de la penosas intervenciones que prefieren reducir la frondosa vegetación de un parque magnifico -como era el Parque Gómez Otero- a la minimalista versión de "parque con césped" que como se verá en las imágenes que acompañan este ensayo, evidencian un error magnificado por el polvo de la aridez.

     4.    Pisar lo que no se conoce es sepultar la tradición

Para finalizar solo hay que evidenciar que después de mucho tiempo, y con la falsa idea de propiedad y preservación que sobreviene a un pueblo como el mío, se bendijo la opción de reutilizar las piedras de la plaza para tapizar el recebo del cementerio, y allí están para la gloria del olvido, y la vergüenza de la traición a la que asistimos silentes y desinteresados.

El nuevo uso de las piedras de la antigua plaza de mercado de arbeláez
El nuevo uso de las piedras de la antigua plaza de mercado de Arbeláez
Mi pueblo, así como esconde una belleza y una tranquilidad inusitada también evidencia el más genuino y desastroso modo de actuar. Ojalá algún día se reconozca por lo menos la falta cometida, y no se siga minimizando todo este daño a un hecho "pro-desarrollo"; ojalá algún día la incultura no decida sobre nuestro pueblo; ojalá algún día podamos contar con la historia más allá de los lamentables párrafos que se nos han heredado para llenar el vacío de una página de la historia de Arbeláez que nunca llenará nuestra identidad. Ojalá algún día las cosas vuelvan a recuperar su valor porque en muchos casos el progreso está en las tradiciones y no en las reformas. Ojalá algún día por pura y arbitraria voluntad se reabra el teatro San Luis, se recuperen los parques, y se dejen de abandonar los cientos de detalles que hacen de un pueblo, UN PUEBLO.



Puertas de acceso Teatro San Luis en Arbeláez

Puerta del Teatro usado como basurero
Teatro San Luis Arbeláez




[1] Niebla Tóxica.
[2] Iglesia Católica porque en este contexto las demás eran “sectas”; en pocos años la noción cambió.
Imagen Plaza Arbeláez: Tomado de: http://arbelaez-cundinamarca.gov.co/apc-aa-files/32626135316230353732613763386639/plaza2.JPG
[3] Para quien desee amplia su conocimiento sobre el papel del símbolo en la naturaleza humana y en el desarrollo social y cultural, les recomiendo el capítulo 5, del libro antropología filosófica de Ernst Cassirer. Descargar el libro aqui



























2 comentarios:

Gracias por recordarnos que en Colombia es merecedor de orgullo, tradición y cultura ser "de pueblo". Esperemos que la educación no tire al olvido nuestra belleza inherente en favor del Progreso. Al menos en mi caso particular "Soy montañera" (mi tierra está llena de montañas), y contrario a la mayoría de mi gente, ser montañera y que me digan montañera o pueblerina para mí no es un insulto, es un orgullo.

Gracias amiga por dedicar tus invaluables minutos a mis pocas palabras. Sin duda nuestro ser, nuestra vida se ha tejido de formas que poco a poco descubrimos, y cuando las descubrimos nos vemos en ellas y de ellas tatuados. Uno de mis más preciados descubrimientos fue saberme de un pueblo, con el que me enuncio en un lazo entrañable cada vez que digo: “Voy pa’ mi pueblo”. Soy de mi pueblo, y el pueblo es mío por todo lo vivido y lo que hay por vivir, en el valle, cerca al río o en LA MONTAÑA.